Los relatos recogidos en Bartolo, una narración por entregas o un diario a saltos que abarca once años, entre 2013 y 2024, tienen lugar en un enclave llamado el Cerro, situado entre Vejer de la Frontera y la playa de El Palmar, en la costa de Cádiz. Allí, en la finca de cuatro hectáreas donde el narrador, gracias a la hospitalidad de unos amigos, pasa largas temporadas, transcurre su estrecha convivencia con el personaje invocado en el título, un perro casi humano con quien el humano propiamente dicho, cuando los dos se quedan solos, vive felizmente aperreado, aunque se queje con sospechosa insistencia de las muchas tareas que tiene encomendadas. La singular relación que los une es puesta a prueba por la llegada de otros seres sintientes con los que ambos conforman una pintoresca tribu, integrada por dos «señoritas» de la misma especie que Bartolo y un gato más las eventuales visitas que envejecen junto al cuidador en una especie de entrañable comuna. Humor, ternura, escepticismo y lucidez confluyen en una deliciosa narración, de grata resonancia geraldurrelliana, en la que Diego Carrasco refleja como sin