Libro predilecto de su autor, de algunos de sus personajes y decomentaristas de su obra como Emmanuel Carrère, el propio Limónovcitaría y glosaría repetidamente este «libro de profecías» como uncanon. No sin motivo: veinte años después de haberlo imaginado,Limónov terminaría blandiendo armas de fuego, liderando marchascontestatarias y fundando un partido político de parias y artistas.Escrito en 1977 en una Nueva York fantasmática, poblada de seres amedio camino entre lo vegetal y lo animal, «Diario de un perdedor» esla expresión de las últimas voluntades de su autor en un momento en el que siente la urgencia de dar fe de no haber vivido en vano. Escrito, pues, para poder morir a la mañana siguiente, este opúsculo, estetestamento, que no se publicó en Rusia hasta 1991 y se publica porprimera vez entre nosotros, estará dedicado a «todos los perdedores» y se nutrirá de memorias, fantasías, sueños y bosquejos que tal vezhabrían sido concebidos en verso si Limónov no se hubiera expatriado.Por pragmatismo, por el miedo, perfectamente fundado, a que su poesíano sobreviviera a una traducción, por el lógico estupor a