La educación de los hijos está condicionada, aunque no determinada, por nuestra propia infancia, por eso es tan importante revisar qué tipo de autoestima tenemos antes de entrar en la maternidad, porque las heridas emociona- les, aunque no se borran, se pueden sanar o al menos podemos aprender a vivir con ellas para educar sin dañar y de forma emocionalmente competente.
La adolescencia se inicia en la infancia, cuando tienes un bebé en brazos, se desarrolla cuando atiendes una rabieta con amor y se disfruta cuando pasan de los veinte, por eso conviene llegar a la adolescencia pasando por una infancia sana.
Para educar no hay recetas mágicas ni manual de instrucciones, sin embargo, existen suficientes razones para creer que la Parentalidad Positiva, que es el estilo educativo con más respaldo científico que conocemos, nos permite educar de forma más consciente y respetuosa sin necesidad de recurrir a premios ni castigos, como fuimos educados la gran mayoría. Los temas que se van a tratar a lo largo del libro tienen que ver con la parentalidad positiva, la gestión de las r