Somos afortunados. Para la mayoría de nosotros, las hambrunas, laguerra, la depresión económica y otras catástrofes que ponen enpeligro nuestra vida son solo temas tratados en los libros dehistoria.Vivimos en una era con altos índices de longevidad, educación yriqueza. Vamos en coche, mientras nuestros teléfonos móviles nosentretienen hasta que llegamos a casa, donde podemos disfrutar de lacomida que nos han entregado a domicilio. ¡Lo tenemos todo!Pero hay un único efecto secundario. Y es que ya no disponemos de lasherramientas para gestionar el fracaso, ni siquiera somos capaces depercibirlo. Actualmente, cuando tropezamos nos quedamos llorando en la acera. Cuando nos quebramos, nos hacemos añicos.Nos estamos convirtiendo en un ejército de muñecas de porcelana.Un correo desagradable de tu jefe y al día siguiente llamas a tutrabajo para decir que estás enfermo. Tener solo dos likes en nuestropost significa que no tenemos amigos. Los teléfonos móviles nosrecuerdan que nunca somos lo bastante buenos. Las mariposas quesentíamos en el estómago ayer se convierten en los ataques de pánicode mañana. Tenemos cifras