El arte contemporáneo bulle y nunca ha gozado de tanta popularidad, pero, detrás de esa proliferación sin precedentes, cabe preguntarse si de verdad es tan «contemporáneo» y si es verdaderamente arte. Soldados de juguete ensangrentados, carritos de la compra bañados en oro, manchas de semen sobre crucifijos: supuestamente, el arte contemporáneo es un espacio de libertad en el que los artistas rompen tabús y desenmascaran el encorsetamiento al que nos someten las ideas heredadas sobre lo que es y no es «arte». Confrontan al espectador con algunas obras de gran profundidad emocional, pero también con otras de una banalidad escalofriante. El espectador, a su vez, se dice conmovido, interpelado, cree estar ante lo nunca visto. Sin embargo, más allá de las estrategias de shock y persuasión de artistas y galeristas, quedan muchas preguntas por responder. ¿Quién mueve los hilos de la escena del arte realmente? ¿Qué impacto ha tenido la supremacía cultural y política estadounidense? ¿Qué función cumple en la sociedad actual y quién decide cuál será en el futuro? El trabajo de Julian Stallabrass nos descubre un mundo