La inspectora Alicia Acosta no pasa por su mejor momento. Se sientesola y desubicada, con el único abrigo de sus rutinas y la plenadedicación al trabajo como jefa del Grupo de Homicidios en Sevilla. Anivel personal solo cuenta con el excomisario Atalaya, además de superro, Estoico, y un extraño gorrilla georgiano, Grugol Mestekhi, conquien juega al ajedrez de vez en cuando.Por error, recibe la declaración de un testigo, el sindicalistaVictoriano Ferreiro, que al parecer colabora estrechamente con laUnidad de Delitos Económicos en una investigación contra la cúpula deCCOO de Andalucía. Un hecho anecdótico hasta que un par de díasdespués reclaman al Grupo por la aparición de un cadáver que resultaser el propio Ferreiro.A cada paso que da, Acosta parece hundirse más en el fango, pues laspistas apuntan en varias direcciones y sabe que no puede fiarse denadie; ni siquiera de su propia intuición.