Decir Zamora, Iríbar, Arconada, Yashine, Banks o Kahn y aparecer laimagen de un hombre con el uno en la espalda de un jersey y situadobajo los palos del objetivo de un campo de fútbol, la portería, estodo uno. Sin embargo también podemos decir Conan Doyle, Kapucinscky,Camus, Montherlant, Chillida, Niels Bohr o Aziz Sancar, Pavarotti,Julio Iglesias o «Lolek» Wojtila y seguimos hablando de lo mismo. Unos y otros fueron guardametas y todos gozaron del dulce sueño dejuventud; unos y otros, célebres todos, formaron en el selectobatallón de los héroes bajo los palos. Sin embargo la lista no tienefin y tan arqueros son esta punta de selectos como el batallón deanónimos, con sus circunstancias, sus méritos, sus desgracias, susformas, sus colores, sus apodos, sus manías, sus glorias y susfracasos. Pero cada uno de ellos fue especial por llevar a fuego sobre la piel de su espinazo esa breve marca vertical reveladora de quefueron los «número uno» del fútbol.Javier Sanz es Académico de número de la Real Academia Nacional deMedicina de España, profesor en la Unidad de Historia de la Medicinade la Universidad Complutense