De alguna forma, nos resulta familiar ese lenguaje secreto con el quehablan las madres a sus hijos. Un lenguaje no siempre entendido, enocasiones incluso ininteligible, con su gramática, sintaxis, gestos,miradas, silencios, tonos, diccionario.Cómo descifrar ese enigma que acaso se inicie cuando, dando a luz, eltejido se desgarra y entonces puede que suceda un«Romper la madre dentro de la hijay la hija dentro de la madre».Almudena Sánchez interviene desde lo lírico en esa tensión irresoluble que, ya de niña, le ha marcado a lo largo de los años. Porque, comodice en este libro mestizo, «sinónimo de madre: no lo hay». «Siemprehe intentado evitar a mi madre. Que no me viera. Recuerdo esto desdelos once o doce años. Son recuerdos difusos, pero hubo un punto deruptura, casi una línea de salida (en la que nos colocamos las dos,como atletas profesionales) a partir de la cual empezaron lasdiferencias, aunque siempre habían estado ahí. La línea de meta ?unposible entendimiento? no ha aparecido aún. Quizá sea la muerte; lamía, la suya, la de las dos. Quizá esto que escribo». Almudena Sánchez