El debate en torno a la «protoindustrialización», entendida como primera fase del proceso de industrialización,
avivó desde mediados de los setenta el interés de numerosos investigadores por una vertiente poco explorada de
la economía rural en los siglos XVII y XVIII: la industria dispersa que ya no producía sólo para consumo local sino
para mercados de ámbito regional o más extenso. La aportación del autor a la debatida cuestión de los nexos
entre la industria rural dispersa y la industria fabril queda ampliamente reflejada en este libro.