El tiempo en que vivimos a menudo se vuelve aburrido, a veces oscuro. Ocurre cuando perdemos de vista lo que es realmente importante. La práctica del cuidado es fundamental para la vida: cuidado de uno mismo, de los demás, de las instituciones, de la naturaleza. Sin cuidado, no puede haber buena vida para el ser humano.
Pero en una cultura neoliberal, no se presta la debida atención al cuidado. Cuando las actividades esenciales del cuidado —las que proporcionan lo que alimenta la vida, las que reparan situaciones difíciles, las que construyen mundos— no reciben el debido reconocimiento, la política se marchita, pierde su capacidad de promover una vida plenamente humana. Es hora de que la política se repiense a sí misma para convertirse en una política del cuidado.