Weimar, 1945. Poco después de la liberación del campo de concentración de Buchenwald, siete hombres pertenecientes a la Regia MarinaItaliana se adentran en el cementerio de la ciudad y se dirigen haciauna sórdida explanada cubierta de estacas numeradas. Una vez allí sesitúan delante de la que tanto trabajo y suerte, a partes iguales, les ha costado encontrar: la número 262, donde, según el registro,reposan los restos de una unbekannte Frau («mujer desconocida»). Alarrancarla, observan el nombre de pila que ha estado oculto hastaentonces y que les confirma el gran valor de su misión. Por fin, lasustituyen por una lápida y una cruz de madera de haya conseguida abase de trueques en esos primeros días de paz. La tumba, ahora sí,está completa y aquel número siniestro se había convertido en unnombre de alta alcurnia tallado con esmero: Mafalda de Saboya.