En su adolescencia, Vanesa Freixa solía esconderse cuando su padre lepedía ayuda con el cuidado de las ovejas. La vida que despertaba enella, como en cualquier otra joven, no le hablaba de establos ni deesquilados. Sin embargo, muchos años después comenzó a ser conscientedel rico legado que había dejado atrás y de la importancia vital derecuperarlo. Cada día tenía más claro que, en un mundo donde elconsumo desmedido y la ciega destrucción de los ecosistemas pone enriesgo la mera supervivencia, era hora de tomar decisiones: ruralismoo barbarie.Así, se asentó con su familia en una vieja cabaña pirenaica situada en una región de difícil acceso en el norte de Lleida. Compró sieteovejas y, mientras iba adquiriendo los conocimientos necesarios parasacar adelante una finca de modo sostenible y respetuoso, empezó acuestionarse muchas cosas. ¿Cuándo y cómo desechamos los conocimientos y la transmisión del modo de vida rural? ¿Cómo podríamos reinventaruna ruralidad para el siglo XXI que garantice un futuro viable y justo para todos? ¿Cómo desbaratar la vieja oposición que asocia siempre el campo a la precariedad y la