«Hombro a hombro con los revolucionarios, yo, que no lo era, luchécontra el fascismo con el arma de mi oficio. No me acusa la conciencia de ninguna apostasía. Cuando no estuve conforme con ellos, me dejaron ir en paz».Manuel Chaves Nogales escribió A sangre y fuego en 1937desde su exilio francés, después de haberse convencido de que ningunajusticia ni ningún progreso podría venir tras un conflicto que en tansolo un año había embrutecido a la sociedad española, víctima yvictimaria de la violencia más extrema. Los relatos que componen laobra constituyen uno de los testimonios más estremecedores de cuantosnos han llegado, pero quizá también el más original, no solo por suprosa brillante, sino porque su autor, que no conoció otra filiaciónque la de ser (en sus propias palabras) un «pequeño burgués liberal»,no entregó su lealtad a ninguno de los contendientes. Como afirma ensu introducción Andrés Trapiello: «Chaves, que conocía como periodista el valor de las pruebas en el escenario del crimen, se apresuró adejarnos su testimonio antes de que nadie pudiera eliminarlas omanipularlas. Su mérito fue advertir y denun