«Ponte en el lugar de una mujer, de cualquier mujer a la que su marido le pega, la insulta, la humilla, la hiere con una navaja, le partelos dientes, le rompe varias costillas. Alguien puede verlo. Puedetener la suerte de que la defienda. Puede contarlo y que la crean.Puede llegar la policía y cazarlo in fraganti. Ahora ponte en milugar. Mi marido me humilla. Me somete a continuos descartesnarcisistas. Quiere hacerme creer que estoy loca. Me engaña. Y después de todo eso, me creo libre porque me divorcio y tengo una hija, perome sigue teniendo tan dominada que yo misma pongo en sus manos misalud y mi vida. A partir de ahí me tortura. Casi me mata. Me mutila.Me deja sin capacidad para sentir placer. Me humilla de nuevonegándome la posibilidad de demostrar su maldad. ¿Quién va a creermesi mi propia madre me dice que elegí libremente seguir siendo supaciente?».Convencida de que el doctor Faisán era el hombre que siempre habíaestado esperando, Ágata no imaginó qué sucedería después de dejar queentrase en su vida. ¿Cómo sospechar que estaba ante un serdespreciable capaz incluso de poner su profesión al servicio d