En otros libros de Fernando Castillo hemos encontrado ya a unoscuantos personajes que regresan en este Último Vuelo: una vez más, suatención resalta lo que ha quedado como fuera de foco, no larotundidad de los comienzos sino la ignominia de los finales singloria, no la desbandada de las multitudes de vencidos por lascarreteras, ni el avance cruento de los vencedores, sino la huida, laescapatoria de los que saben que no habrá piedad para ellos, lasprisas de última hora, el tiempo acelerado después del cual vendráotra vida que ahora se presenta con el vértigo de una hoja en blancoatravesada de amenazas. Los que fueron todo de pronto ya no son nadie. Los que se pasearon con seguridad insolente ahora buscan unescondrijo a cualquier precio. La tragedia y la banalidad sonintercambiables. Y, como siempre, la mirada de Fernando Castillo sedetiene en lo secundario que es en el fondo lo más revelador. Es unamirada de perspicacia psicológica y agudeza estética: se fija en eldrama y la vileza de los que están dispuestos a sacrificarlo todo y adejar atrás a quien sea para subir en un avión, pero también en elavión mismo,