Hace muchos días que Mamá ya no está en casa. Muchos, muchos días. Los he contado. Hace veinte y cinco cumplemeses que no está. Papá ya no me deja hacer las cosas que me gustan: no me deja jugar fuera desde que las agujas del reloj están las dos abajo, no me deja comer caramelos porque se ponen malos los dientes, no me deja ver los dibujos animados ni me compra nuevos juguetes, y ha pintado las paredes de mi cuarto de color noche para que no pueda pintar en ellas. Papá ya no me gusta tanto como antes, pero es mi Papá y le quiero.