El imperativo de autorrealización convierte a cada ciudadano enpublicista de sí mismo. Las buenas acciones se truecan porexhibicionismo y golpes de efecto. No hay más bien que un tropel debienes al peso, utilizados para halagar la buena conciencia de losconsumidores. La banalidad del bien pone énfasis en la palabra ytrivializa la acción. El coraje cede su puesto a la molicie y el amorpropio al autodesprecio. Los valores mercuriales del capitalismoanímico ?disrupción, volatilidad, incertidumbre? obligan a flotar conla corriente, impidiendo echar raíces. En la cultura de la agitación?concepto desarrollado brillantemente por Jorge Freire?, el ciudadanoparticipativo, sometido a estados de excepción sucesivos, se convierte en su propia caricatura. ¿Será que cuando el bien no se sustancia enla vida buena no queda otra cosa que el buenismo?Una propuesta sobre la necesidad y la vigencia de pensarnos, undiscurso brillante enriquecido por una profunda sabiduría y unareflexión sobre las acciones y los actores de nuestro tiempo. Eso,entre otras cosas, es este ensayo de Jorge Freire, y con él seconsagra como uno de los p