Por aquellos días,
cuando el suceso de la calle Tablas,
era joven, buscaba el alcohol, los fumaderos,
los burdeles de las moribundas,
como una forma de pureza.
No faltó una sola decadencia
Amé una Mujer como la Ciudad,
un paraíso de ultratumba,
una mujer de voladura
y miradores asesinos.
Su teofanía no pertenecía
a las teofanías habituales de este mundo.
Amarla era darse a la bohemia religiosa.
Era como volarse la cabeza con un avión de guerra
y no morir.