No hay duda de que las cartas de Gustave Flaubert, al mismo tiempo que nos informan de sus peripecias vitales y de sus opinionescontundentes sobre diversos asuntos, constituyen un eficaz complemento de su obra narrativa por la profundidad de sus reflexiones y por suestilo impecable. En La religión del arte se nos presenta una breveselección (se conservan 4.500 cartas) que abarca cincuenta años deescritura, desde las primeras a su amigo Ernest Chevalier, en las queya desde la infancia muestra una asombrosa precocidad y una decididavocación literaria, hasta las de sus últimos años. Destacan lasenviadas a su amante Louise Colet, llenas de observaciones sobrecuestiones estéticas y en las que asistimos al proceso de escritura de Madame Bovary. Sin olvidar las que escribió durante su viaje aOriente, tan decisivo en su vida, o las remitidas a escritores comoGeorge Sand o Iván Turguéniev. En ellas encontramos ideas brillantes,juicios sumarísimos sobre la estupidez humana y frases memorables,pero sobre todo la sublimación del arte, de la literatura, comosalvación personal.«Creo que la correspondencia de Flaubert cons