Hay ciudades que al nombrarlas estamos en ellas y las inventamos según la medida de nuestros deseos. José Carlos Llop ha ido a Vladivostoktantas veces como ha escrito su nombre; allí en tiempos finalizaba elTransiberiano; por ella se acuerda de Blaise Cendrars o de MiguelStrogoff, el correo del zar que, según Jules Verne, debía entregar sucarta en Irkutsk y nunca llegó a Vladivostok. Puede ser una ciudadimaginaria, en la que se vean reflejados nuestros deseos, ensoñaciones y anhelos. La atmósfera literaria de estos artículos recogidos enVladivostok, antología de sus «Terceras» publicadas en ABC entre 2006y 2017, destaca por un estilo elegante y una ironía delicada einteligente.