Dos jóvenes se encuentran una tarde de septiembre en un casino alemán; no se conocen ni son presentados; pero él, Daniel Deronda, mira cómoella, Gwendolen Harleth, juega y pierde a la ruleta. A ella su miradale parece de «una ironía exasperante». Daniel, hijo adoptivo de unbarón liberal que lo ha tratado siempre con cariño y educadoimpecablemente, pero nunca le ha dicho quiénes son sus padres, vivecon un sentimiento de ilegitimidad pero tiene una personalidadafectuosa y sentimientos delicados: es capaz de hacer grandes gestospor los demás. Para Gwendolen, en cambio, los demás solo están paraadmirarla: está «decidida a ser feliz… como mínimo a no dejarpasar la vida igual que otros»; y además afirma: «Cuando apunto nopuedo evitar dar en el blanco». Pero su familia no tardará en caer enla ruina y su única vía de escape será casarse con un hombre rico alque crea que pueda dominar. Deronda, por su parte, rescata de ahogarse en el Támesis a una muchacha judía que ha huido de un padreexplotador y se encarga de velar por su porvenir. Las relaciones deestos personajes se entrecruzan de las formas más inespera