Escribir poemas te ayuda a veces a ver venir las cosas que han pasado ya, a creerte que las entiendes mejor escribiéndolas que viviéndolas. De joven, tiendes a apostar por la versión literaria de los hechos; cuando envejeces, eres más partidario de la vida. Pero lo que cuenta no es lo que la poesÃa puede cambiar o recuperar de las cosas vividas, que es poco, sino cómo va configurándote a ti mismo. Un dÃa comprendes que eres como eres, amas a quien amas y vives donde vives, por haberte dedicado a la poesÃa. Es un asunto circular: tu poesÃa surge de tu vida, pero tu vida va como va gracias a la poesÃa, o por culpa de ella []. La poesÃa que es un comentario, una crÃtica de la vida, precisamente por este carácter suyo, no puede ser una trascripción esclava de la vida superficial. La vida sà es esclava de ella misma; la poesÃa no, entre otras cosas, porque puede corregirse. Debe corregirse. Escribo poemas porque quiero y para que la gente los lea, y he de pensar, por tanto, en el primer lector que tendrán y en el que los leerá de una manera más interesada, que, obviamente, soy yo. Hacerme trampas serÃa hacérselas a los otros lectores. Procurando evitarlo, he preparado esta edición de mis poemas corrigiendo bastantes de ellos y suprimiendo los que he considerado innecesarios. PERE ROVIRA.