El templo permanece sagrado cuando los dioses se han ido, reza el epígrafe de Schiller, en paráfrasis de Menéndez Pelayo, que saluda al lector en este Templo, cuarto poemario de Alan Smith Soto. La naturaleza, tema recurrente en toda la obra de este poeta, es nuestro lugar, nuestra ocasión, nuestro ser. Madrid, Boston, San José, Turrialba, calles y prados, panaderías, palmeras, caminantes, desahuciados, felices y rotos, asesinos y asesinados, arlequín y nube, y hasta cierto gatito de la madrileña calle del Humilladero, pueblan este Templo con todo su sagrado desamparo, su querencia y su querer.