Comparable con El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki, esta obra
	es una joya, tanto desde el punto de vista literario como del filosófico.
	Este ensayo poético hunde sus raíces en la filosofía zen y despliega los
	conceptos de la clásica ceremonia japonesa del té, en cuyo núcleo
	laten el concepto del centro vacío y la delicadeza de la composición, en
	la que los objetos no se acumulan para saturar espacios, sino que
	construyen una armonía que se replica en cada gesto y que anticipa el
	brebaje dispuesto por el maestro de té, ese aristócrata del gusto.
	Un texto clásico, escrito en 1906, que rescata las tradiciones milenarias
	japonesas, buceando, incluso, en sus raigambres provenientes de la China
	clásica. En ese sentido, El libro del té es un grito en flor: testamento literario
	de una cultura que, ante la irrupción del pragmatismo occidental que
	a inicios del siglo xx lo invadió todo con desmesurada potencia, se vio
	relegada al olvido por las nuevas generaciones.
	El Premio Nacional de Ilustración, Isidro Ferrer, caracterizado por otorgar nuevas significancias a los objetos cotidianos, ha trabajado un concepto fundamental que se pesquisa en el libro: «El maestro del té juzga
	terminada su labor con la elección de las flores y deja que estas cuenten
	su propia historia». La colección de flores ha sido realizadas con técnica
	mixta y hasta incluso, pintadas con té, para resaltar la esencia poética de
	la obra de Okakura.