El aprendizaje de las ciencias no implica solo «conceptos de ciencias», sino también el «modo de pensar» de la ciencia. Este «modo de pensar» puede enseñarse y supone formas concretas de formularse preguntas, describir, explicar y argumentar; e incluso, de desarrollar el espíritu crítico.
Todos estos elementos lingüísticos son necesarios para comunicar la ciencia, pero también para pensarla. Para que el pensamiento avance, debe hacerlo también el lenguaje. Como en una cremallera.
En ocasiones, los docentes de ciencias desaprovechamos esa relación íntima entre pensamiento y lenguaje, como si no existieran claves lingüísticas para acceder a los textos y conversaciones de nuestra área. Este libro muestra, de manera práctica a partir de 34 actividades aplicadas en las aulas de secundaria (y lo que ocurrió al aplicarlas), cómo podemos usar herramientas lingüísticas para promover los tipos de procesos mentales que queremos enseñar al alumnado: diseñar experimentos, sacar conclusiones de datos, determinar la certidumbre de una proposición...
El libro presenta una gran va